Javier Angulo Cuesta.
Catedrático de Urología, Universidad Europea de Madrid. Director de la Oficina de Historia AEU
javier.angulo@universidadeuropea.es
LOS ORÍGENES DE MADRID
La historia de la Comunidad de Madrid es relativamente reciente, puesto que la provincia se constituyó administrativamente en el siglo XIX y a en 1981 se configuró como una comunidad autónoma uniprovincial, aprobándose por Ley Orgánica el 25 de febrero de 1983 su Estatuto de Autonomía. No obstante, desde una perspectiva histórica, los orígenes de la población de esta tierra se remontan a tiempos inmemoriales. De hecho, durante el Pleistoceno medio las terrazas de sus ríos, principalmente Jarama y Manzanares, fueron algunos de los asentamientos más poblados del continente europeo dada la riqueza faunística de este privilegiado entorno. Durante la prehistoria reciente también destacaron las poblaciones agrícolas de cultura campaniforme, en relación con la fertilidad de las vegas de estos ríos. En época histórica antigua Complutum (posteriormente denominada Alcalá de Henares) fue una ciudad romana importante, de caminos entre Emerita Augusta y Cesar Augusta; pero su decadencia en época visigoda conllevó la supeditación a la ciudad de Toledo. En época musulmana la sierra de Guadarrama fue frontera natural entre el califato de Córdoba y el reino de Castilla, por lo que el carácter defensivo de Madrid (Mayrit) fue fundamental para conquistar Toledo en 1085.
La villa de Madrid formaba parte del grupo de ciudades con derecho a voto en las Cortes de Castilla y acogió en numerosas ocasiones las Cortes del Reino. Pero no fue hasta el siglo XIV cuando la monarquía castellana empezó a mostrar su predilección por el centro peninsular, atraída por sus bosques para la caza. Los Reyes Católicos impulsaron la construcción del Palacio de Aranjuez y Carlos I reformó el Real Alcázar (Figura 1). La creciente influencia sociopolítica de la región se incrementó en el siglo XVI, gracias a la Universidad Complutense en Alcalá de Henares, que abrió sus puertas en 1508 a instancias del cardenal Cisneros. Finalmente, la villa de Madrid fue designada capital del reino en 1561 con Felipe II (1527-1598).
Y fue la Universidad de Alcalá donde se formó y ejerció nuestro primer académico, el doctor Francisco Díaz (1527-1590), nacido en Alcalá de Henares y autor de la primera obra monográfica sobre Urología, el “Tratado nuevamente impreso de las enfermedades de riñones, vejiga y carnosidades de la verga y uretra”. Por esta obra ha sido reconocido internacionalmente como “Padre de la Urología universal”. Díaz se doctoró en 1555, y obtuvo el título de maestro en filosofía en 1556. Además, entre 1556 y 1558 ejerció labores docentes en la Universidad de Alcalá, figurando así entre los «Doctores, Maestros de la Facultad de Medicina y Regentes».
FRANCISCO DÍAZ
Díaz llegó a formar parte del grupo de médicos y cirujanos de la corte del rey Felipe II en 1568, y en 1570 fue designado cirujano de su majestad con un salario de 60.000 maravedíes al año. Podemos concoer hoy el rostro de este personaje gracias al relieve de uno de los medallones del patio del Real Colegio de Cirugía de San Carlos en Madrid, actualmente en el Instituto Nacional de Administración Pública de Madrid (Figura 2).
Su vida estuvo vinculada a Alcalá de Henares y a Madrid, aunque entre 1559 y 1565 ejerció como cirujano para la ciudad de Burgos. Nos ha dejado dos obras importantísimas. Además del ya mencionado tratado, disponemos también de “Compendio de chirurgia” de 1575. Esta primera obra está escrita en base a los diálogos entre un médico (un académico) y su ayudante (un empírico que llevaba el trabajo manual de barbero, sangrador). En ella presenta la anatomía humana, apostemas, heridas y úlceras.
El “Tratado nuevamente impreso de las enfermedades de riñones, vejiga y carnosidades de la verga y uretra”, obra de la que estamos tan orgullosos los urólogos españoles, fue impreso en Madrid por Francisco Sánchez en 1588. Este libro lo dedica a su compañero y amigo, también profesor en Alcalá y protomédico del rey, Francisco Vallés (1524-1592). Consta de 405 folios, dividido en tres partes (enfermedades del riñón, enfermedades de la vejiga y carnosidades de la verga), supone una revisión del conocimiento de su época sobre toda la patología del riñón y de la vía urinaria. Tiene dos peculiaridades que lo convierten en una obra genial. Por un lado, compila el conocimiento clásico y árabe en sus abundantes citas, referencias y remedios (lo que le convierte en uno joya renacentista); y, por otro, es un texto escrito en lengua vernácula, en castellano de la época, para que pudiera ser leído y entendido por cualquier persona (físico, empírico o lector aventajado) y no en latín para poder acceder sólo a la élite académica. Este hecho convierte a Díaz en adalid de la gramática de Nebrija, lo que para la urología hispánica, española y madrileña le otorga aún mayor trascendencia.
Todo el libro es una joya, pero la tercera parte es posiblemente la más novedosa. En ella refiere el uso del caústico sarcofágico para recubrir las candelillas, con intención de reblandecer el callo que generaba la estenosis uretral, secuela terrible de la enfermedad gonocócica, verdadera plaga intratable en su época. La genialidad de Diaz le lleva a describir una algalia modificada que denomina “instrumento cisorio”, la primera herramienta para practicar la uretrotomía (Figura 3). A este descubrimiento histórico no se le ha dado la suficiente importancia en el mundo anglosajón. En la segunda parte sobre las enfermedades de la vejiga presenta grabados en plancha de madera con los principales instrumentos para practicar la talla vesical y describe dos modalidades, el menor a aparato (como describió Aulo Cornelio Celso) y el gran aparato (tal y como preconizó Mariano Santo en Roma). Toda la obra rebosa un conocimiento abrumador sobre botánica y farmacia, encaminado a la terapéutica. Diaz fue también un personaje literario, respetado por los mejores escritores del Siglo de Oro español. De hecho, su tratado está laudado por sonetos de Lope de Vega y de Cervantes.
LA UROLOGÍA Y LA ILUSTRACIÓN EN MADRID
La importancia del conocimiento urológico en época de Felipe II contrasta con el cierre cultural de la época a las influencias externas, para evitar la contaminación ideológica imperante en la Europa protestante. Este aislacionismo fue seguido de una gran decadencia en la cultura médica en el siglo XVII y hasta mediados del XVIII. De hecho, las universidades españolas no participaron de forma activa en el desarrollo de la medicina en esa época, sino que fueron los Reales Colegios de Cirugía los promotores del desarrollo médico a modo de academias. Proliferaron también los empíricos. Uno de los más famosos en Madrid fue Martín de Castellanos (1545-1614), licenciado por el Protomedicato en 1581. Gracias a su destreza para extraer la piedra se propuso su nombramiento de catedrático en 1608 por Felipe III, a pesar de ser un cirujano sin estudios universitarios.
Pero tampoco sería justo decir que no hubo figuras relevantes en esta época. Con la llegada del primer Borbón Felipe V se incrementó la influencia cultural francesa. En 1689 se inició la construcción de un teatro anatómico para la enseñanza de la anatomía a médicos y cirujanos, en el interior del Hospital General de Madrid (Figura 4). La condición de anatómico en este centro se encontraba asociada a los honores de médico de la familia real. Fueron así varios los ilustrados que vinieron a Madrid procedentes de diversas escuelas francesas e inglesas a regentar el teatro de Madrid.
Pero pronto algunos de sus discípulos adquirieron también gran prestigio. Uno de los principales fue Manuel de Porras, cirujano de cámara del rey y examinador del Protomedicato. Escribió dos tratados médico-anatómicos destinados a la formación de los futuros cirujanos. “Médula de Cirugía y Examen de Cirujanos” fue publicado en 1691 y “Anatomía Galénico-Moderna” en 1716. En esta segunda obra describió detalladamente la estructura anatómica del cuerpo humano, con énfasis en su fisiología. La descripción del aparato urinario es muy detallada (Figura 5). También merece ser destacado Martín Martínez y su obra “Anatomía completa del hombre, con todos los hallazgos, nuevas doctrinas, y observaciones raras, hasta el tiempo presente, y muchas advertencias necesarias para la Cirugía: según el método que se explica en nuestro teatro de Madrid”, publicada en 1728. Tanto Manuel de Porras como Martín Martínez emplearon el idioma castellano y se les considera los principales renovadores de la cirugía en el siglo XVIII en España. En 1734, por Real Decreto de Felipe V se instauró la Real Academia Médica Matritense, que se transformará y pasará a denominarse Real Academia Nacional de Medicina en 1861 (Figura 6).
Se establecen así las bases para el nacimiento de escuelas libres de medicina, que proliferaron por toda Europa con el objetivo de vigilar y promover la salud. Los profesionales se inscribían en escuelas preparatorias presididas por un profesor. En nuestra especialidad destacó el perfeccionamiento de los materiales quirúrgicos para la talla vesical y para las dilataciones uretrales, así como el avance en la explicación de fenómenos como la formación de los cálculos urinarios. Juan Naval Peiró (c.1757-1799) fue médico de la corte de Carlos IV. En 1799, escribió “Tratado médico-quirúrgico de las enfermedades de la vía de La orina: en el que se manifiestan los más bellos descubrimientos de nuestros días, en dos tomos”. Esta obra se distribuye en cuatro partes. La primera trata sobre la anatomía y la función de las vías de la orina, la segunda sobre los padecimientos de los riñones, la tercera de los procesos ureterales, y la cuarta acerca de las enfermedades de la vejiga. Esta obra ejerció gran influencia en los cirujanos especialistas del siglo XIX (Figura 7).
EL INSTITUTO DE TERAPÉUTICA OPERATORIA
La abrumadora personalidad del cirujano y político republicano Federico Rubio y Galí (1827-1902), natural de El Puerto de Santa María (Cádiz), le llevó a velar ideológicamente por incrementar las estructuras higiénicas y sanitarias para que redundasen en la mejora de la salud de la población más desfavorecida. Entre 1860 y 1864 se exilió y aprovechó para formarse en el Reino Unido y Francia. En 1868 fundó la Escuela Libre de Medicina y Cirugía de Sevilla donde impartió clases sobre la patología de las vías urinarias y realizó la primera nefrectomía en España. En 1869 fue diputado a cortes y se trasladó a Madrid (Figura 8), donde fue nombrado catedrático de cirugía de la Escuela Práctica Libre Española de Medicina y Cirugía, en el Museo Antropológico del Doctor Velasco.
En 1880 fundó en Madrid el Instituto de Terapéutica Operatoria en los bajos del Hospital de la Princesa, y en 1885 el Instituto Quirúrgico de la Moncloa, conocido también como Instituto Rubio. En este centro llevó a cabo una enorme labor asistencial y docente. El lema del Instituto Rubio fue «Todo para el enfermo, y cuanto más necesitado más atendido». Los pacientes recibían atención gratuita y el centro se financiaba por las donaciones que recibía y por cuotas procedente de los propios profesionales que allí se formaron. En este entorno comenzó en nuestro país la división de la cirugía en diversas especialidades (Figuras 9 y 10).
La unidad docente dedicada al tratamiento de las afecciones genitourinarias estuvo inicialmente bajo la responsabilidad del propio Federico Rubio. En 1885, los doctores Enrique Suender Rodríguez (1829-1897), que previamente había ejercido en el Hospital Militar de Madrid en Argüelles, y su joven ayudante Luis González-Bravo y Serrano (1855-1929). La gran especialización de Enrique Suender en la cirugía de las vías urinarias, que había sido discípulo del profesor libre de patología de las vías urinarias de la Escuela Práctica de la Facultad de Medicina de París Émile Reliquet (1837-1894), le han llevado a ser considerado “el primer urólogo español” (Figura 11).
NACE LA ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE UROLOGÍA
Tras el fallecimiento de su maestro Suender, el madrileño Luis González-Bravo se convierte en encargado del “Dispensario de Afecciones de la Orina” del Instituto de Terapéutica Operatoria. Allí desarrolló toda su carrera asistencial, llegando a dirigir el centro durante el período 1915-1918 (Figura 12).
Luís González-Bravo y Serrano (1855-1929) asistió a París en 1907, junto con Carlos Negrete de los Reyes (1855-1932) y Leonardo de la Peña Díaz (1875-1957) como parte de la representación española invitado por el profesor Joaquín Albarrán (1860-1912) a las reuniones preparatorias para establecer la Association Internationale d’Urologie. Así surgió la idea de organizar en España una asociación similar a la que ya existía en Francia, Estados Unidos y Alemania. Luis González-Bravo maduró el proyecto con la colaboración de su ayudante Carlos Negrete, convocando a las principales figuras de la urología madrileña y española en diciembre de 1910 a una asamblea en la sede del Colegio de Médicos de Madrid con el propósito de constituir dicha sociedad para «todos los profesores, médicos cirujanos, especialistas y aficionados a los estudios de la Urología».
En 1911 fue elegida por unanimidad la primera junta directiva de la Asociación Española de Urología (AEU), que quedó formada por los doctores: Luis González-Bravo y Serrano (presidente), Antonio Bravo Piqueras (vicepresidente), Carlos Negrete de los Reyes (secretario general), Pedro Cifuentes Díaz (tesorero), Ángel Pulido Martín (secretario de actas), y los vocales Germán Asúa Campos y Valentín Pérez Grande. Todos ellos en ejercicio profesional en Madrid. Ahora bien, la asociación contaba con 53 socios fundadores procedentes no solo de Madrid, sino también de Barcelona, Alicante, Bilbao, Gijón, Granada, Huelva, La Coruña, León, Murcia, Palma de Mallorca, San Sebastián, Santander, Valencia y Valladolid.
González-Bravo presidió la AEU desde 1911 a 1914, y fue reelegido para un segundo mandato. Tuvo la visión de organizar congresos nacionales en Madrid, y logró la incorporación y la participación de las figuras más eminentes de la urología nacional; pero su principal logro fue la consolidación de la urología como especialidad independiente de la cirugía. También, para favorecer las relaciones internacionales y evitar el aislacionismo, se establecieron congresos hispano-portugueses. El primero se llevó a cabo en 1925 en Lisboa. El segundo se celebró en 1928 en Madrid, en la Facultad de Medicina, bajo la presidencia del ministro de Instrucción Pública y del Embajador de Portugal, el gobernador civil, el alcalde de Madrid, el Rector de la Universidad y los doctores Fonseca, Furtado, Recasens, Peña y Sánchez-Covisa (Figura 13).
LEONARDO DE LA PEÑA DÍAZ, PRIMER CATEDRÁTICO EN MADRID
Leonardo de la Peña Díaz (1875-1957) fue primer catedrático de urología de la universidad española y cuarto presidente de la AEU entre 1923 y 1928. Natural de Ciudad Real se doctoró por la Universidad Central en 1898. Gracias al apoyo del ministro de Instrucción Pública, Amalio Gimeno (1852-1936), fue pensionado para ampliar estudios en la clínica de urología del Hospital Necker con Joaquín Albarrán desde 1905 hasta 1908. Con su maestro fue monitor de urología y su ayudante personal. A su regreso de Paris, regentó la cátedra de anatomía de Valladolid en 1909, que permutó en 1911 por la de técnica anatómica de Sevilla. En 1915 fue nombrado catedrático de anatomía en la Universidad Central de Madrid por concurso de traslado. En 1916 intercambió de nuevo la cátedra de anatomía por la de técnica anatómica, para impartir clases teórico-prácticas por las mañanas, y cursos de urología y anatomía por las tardes en el Hospital Clínico San Carlos de Atocha. Fue consejero de Instrucción Pública en 1919, por lo que hizo posible que en 1920 se crease para él la primera cátedra de urología en España en la Universidad Central de Madrid (Figura 14). Fue el cuarto presidente de la AEU (1923-1928). Presidió también el IV Congreso de la Sociedad Internacional de Urología, celebrado en 1930 en Madrid. Al finalizar la Guerra Civil, fue director del Hospital Clínico de San Carlos y presidente del comité de depuración de responsabilidades políticas.
Tuvo dos hijos urólogos, Alfonso y Emilio. Alfonso de la Peña Pineda (1904-1971) tras graduarse se formó en los EEUU, Alemania, Francia e Inglaterra con grandes maestros como William Braasch, Alexander von Lichtenberg y Terence Millin. Fue el introductor de la resección transuretral en nuestro país a inicios de los años 30, aunque la difusión de la técnica se retrasó porque las máquinas de diatermia fueron confiscadas durante la segunda guerra mundial para el bloqueo de radares militares. Estas limitaciones para la generalización de la técnica de resección hicieron que la adenomectomía continuase siendo la técnica más utilizada para tratar la hipertrofia prostática en nuestro país. Tras la jubilación de su padre ganó la jefatura del Hospital Clínico de Madrid y la cátedra de urología en 1948, donde formó una de las escuelas más importantes de Urología del país.
PEDRO CIFUENTES DÍAZ
Pedro Cifuentes Díaz (1881-1960) fue quinto presidente de la AEU en dos mandatos (1928-1932 y 1945-1952, respectivamente) (Figura 15). Hijo de médico forense, nació en una pequeña localidad toledana y acudió a estudiar bachillerato a Madrid, donde vivió el resto de su vida. Ingresó en la Beneficencia General del Estado y amplió sus conocimientos en París. En 1910 sucedió a Manuel Barragán Bonet (1861-1932) como encargado de la consulta de vías urinarias. Publicó la primera cistectomía total por neoplasia realizada en nuestro país en 1915 y practicó con maestría la litotricia endoscópica vesical. Entre sus publicaciones destaca la obra “Prácticas de Urología y Sifilografía” de 1927, y “La litiasis urinaria” de 1941. Ejerció en el Hospital de la Princesa hasta su retiro en 1950. Fue uno de los personajes más activos durante varias décadas en las juntas directivas de la AEU, y entre sus méritos destaca la reorganización de la asociación tras la Guerra Civil.
Su hijo, Luis Cifuentes Delatte (1907-2005), le sucedió en la jefatura tras un brillante concurso oposición. Bajo la dirección de Carlos Jiménez Díaz (1898-1967), llevó a cabo su doctorado sobre las alteraciones del equilibrio ácido base en las nefropatías, anticipando la aún no nacida especialidad Nefrología. Continuó en 1933 su formación en varios centros alemanes. Opositó frente a Alfonso de la Peña por la cátedra del Hospital Clínico. Aunque no la ganó, su brillantez curricular y el apoyo de su director le facilitaron la jefatura de urología de la recién inaugurada Clínica de la Concepción en 1955. Su gran capacidad de trabajo le permitió compatibilizar esta posición con la jefatura del servicio de urología del Hospital de la Princesa, que se trasladó a Diego de León donde recibió el nombre de Gran Hospital de la Beneficencia General del Estado. En 1967 decidió continuar su actividad exclusivamente en la Clínica de la Concepción, que había cambiado ya su denominación por Fundación Jiménez Díaz.
ISIDRO SÁNCHEZ COVISA
Isidro Sánchez Covisa Sánchez Covisa (1879-1944), natural de Huete (Cuenca) y doctorado en la Universidad Central de Madrid. En 1907 accedió por concurso oposición a una plaza en la Beneficencia Municipal de Madrid, asignada a la consulta de vías urinarias en el Hospital Provincial de Madrid donde se hizo cargo del servicio de vías urinarias al fallecer Antonio Bravo Piqueras. Allí organizó una de las principales escuelas urológicas españolas de la primera mitad del siglo XX (Figura 16). Remodeló y modernizó profundamente el servicio al crear una consulta específica con laboratorio de análisis y gabinete radiológico propio. Entre sus colaboradores destacó Luis Resel Maceira (1908-1988), que inició una saga de tres generaciones de prestigiosos urólogos. Fundó la publicación “Urología Clínica. Boletín del Servicio de Vías Urinarias del Dr. Isidro Sánchez Covisa”, donde se mostraba cómo la clínica de Urología y la sala de hombres del Hospital Provincial de Madrid era en los años 30 una de las unidades más punteras de la época, con gran dotación y prestigio internacional (Figura 17).
Isidro Sánchez Covisa fue también el sexto presidente de la AEU (1932-39). Su hermano, José Sánchez Covisa (1881-1944), fue catedrático de dermatología y sifilografía en la Universidad de Madrid y diputado en las Cortes Constituyentes de la Segunda República. Al finalizar la Guerra Civil Isidro Sánchez Covisa fue destituido de su cargo por sus ideales políticos y se exilió en México, donde falleció unos pocos años después. En la postguerra Pedro Cifuentes Díaz volvió a hacerse cargo de la presidencia de la AEU (1945-1952).
ANGEL PULIDO MARTÍN
Ángel Pulido Martín (1878-1979) fue octavo presidente de la AEU (1952-1963) y también catedrático de patología quirúrgica de la Facultad de Medicina de Madrid. Fue hijo del senador Ángel Pulido Fernández (1852-1932), director general de Sanidad y subsecretario de la Gobernación, quien en 1889 llevó a cabo los cambios legislativos que permitían la creación de especialidades en el Hospital Provincial de Madrid, entre ellas la especialidad de vías urinarias. Ángel Pulido Martín se formó durante años en los mejores centros del extranjero en Viena, Berlín, París y Londres. Volvió a Madrid y en 1916 fue nombrado jefe de la Clínica de Vías Urinarias del Hospital San Juan de Dios de Madrid, donde permaneció hasta 1936 (Figura 18).
A principios del siglo XX Madrid tenía solamente dos grandes hospitales, el Hospital Provincial de Madrid (antes llamado Hospital General) en Atocha, y el antiguo Hospital de La Princesa en la calle Areneros. Aunque estaba proyectado construir dos nuevos hospitales para Madrid, en los años 30 tan solo se llevó a cabo la construcción adicional de una cuarta planta en el Hospital Provincial (Figura 19). Tras la destitución por causas políticas de Isidro Sánchez Covisa, Ángel Pulido Martín fue nombrado profesor y jefe del servicio de urología del Hospital Provincial de Madrid. Gracias a su excelente formación y a su visión innovadora de la especialidad, fue un profesional destacado que atrajo a muchos médicos a formarse en la cirugía de las vías urinarias, al centro que su predecesor había modernizado notablemente. Ángel Pulido fue también un erudito humanista. Contó con profesionales de gran prestigio, entre los que destacaron Enrique Pérez Castro (1908-1980) y Juan Díez-Yanguas Iza (1923-2002).
ENRIQUE PÉREZ CASTRO
Enrique Pérez Castro tuvo la vocación urológica de su padre, Valentín Pérez Grande (1878-1968), quien fue uno de los principales pioneros de la especialidad en nuestro país y socio fundador de la AEU. También se formó como alumno interno de patología quirúrgica con el profesor Rafael Mollá y Rodrigo (1862-1930). Ganó el concurso a médico interno en la escuela urológica de la Casa Salud de Valdecilla con Julio Picatoste Picatoste (1890-1965), con quien inició en Santander sus primeros pasos en la Urología. Volvió a Madrid para doctorarse en 1934 y trabajó como médico agregado en el Instituto del Cáncer. Obtuvo beca de la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas para formarse en Alemania con Alexander von Lichtenberg (1880-1949). Regresó a España al iniciarse la guerra civil y se incorporó como teniente médico para el ejército nacional en el Hospital Militar de Zaragoza.
En 1944 ganó la jefatura clínica de urología en el Hospital Provincial y sucedió a Ángel Pulido Martín tras su jubilación en 1949 (Figura 20). Mantuvo su relación con la urología alemana y participó activamente en actividades científicas dentro y fuera de España. Juan Díez-Yanguas Iza y Amalio Pérez Coutiño (1920-2018) fueron sus principales colaboradores; así como el joven José Antonio Martínez-Piñeiro Caramés (1927-). Díez-Yanguas sucedió a Pérez Castro en la jefatura tras el traslado del centro al nuevo Hospital Francisco Franco, que se inauguró en 1968, levantado sobre el solar que había ocupado el Hospital San Juan de Dios. Una vez fallecido el dictador, el centro se denominó Hospital Provincial de Madrid (Figura 21). Más adelante recuperó su nombre de Hospital General Universitario, con el sobrenombre Gregorio Marañón (1887-1960) en honor a uno de sus más insignes profesionales.
Entre los muchos logros de Enrique Pérez Castro destaca la fundación de la revista Archivos Españoles de Urología en 1944. La guerra civil había ocasionado la parálisis científica y médica en nuestro país, dificultado por el aislamiento internacional del régimen franquista. Enrique Pérez Castro, Antonio Puigvert Gorro (1905-1990) y Luis Cifuentes Delatte (1907-2005) crearon esta revista. Aunque ninguno de estos directores desempeñaba entonces un puesto académico universitario, fueron los nombres más reconocidos internacionalmente de la urología española. En 1964, Archivos Españoles de Urología fue nombrado órgano oficial de la AEU hasta 1977, cuando la asociación fundó Actas Urológicas Españolas.
LOS HOSPITALES DE MADRID EN LOS AÑOS 60 y 70
El rey Carlos III había otorgado una cédula en 1780 por la que ordenaba la creación del Colegio de Cirugía de Madrid. El Colegio de Cirugía de San Carlos se instaló en los sótanos y en un pabellón lateral del Hospital General de Madrid. Siendo obvia su necesidad de ampliación, el proyecto se demoró durante dos siglos. En 1933 comenzó la construcción del Hospital Clínico, en el Cerro del Pimiento, que se diseñó con capacidad de 1.500 camas. La construcción del complejo hospitalario fue paralizada por la Guerra Civil, que fue utilizado como campo de batalla. No fue reinaugurado hasta 1969 (Figura 22). El servicio y la cátedra de urología fue dirigido por Alfonso de la Peña Pineda (1904-1971).
En 1955 se inauguró la Clínica de Nuestra Señora de la Concepción, también denominada Instituto de Investigaciones Médicas y Clínicas, tomando como base el Instituto de Investigaciones Médicas creado por Carlos Jiménez Díaz en 1935, en el mismo terreno que previamente había existido y fue convertido en escombros durante la Guerra Civil el Instituto de Terapéutica Operatoria del doctor Federico Rubio (Figura 23). Los primeros programas MIR llegaron a la Clínica Nuestra Señora de la Concepción en 1960, y tres años después se constituyó la Fundación Jiménez Díaz, que incorporaba la clínica y el instituto de investigación. Luis Cifuentes Delatte dirigió el servicio de urología de la clínica. Fue sucedido en dicho cargo por Carlos Alférez Villalobos (26-2007) y éste a su vez por Remigio Vela Navarrete (1937-). Carlos Alférez, ayudado por el joven Remigio Vela llevaron a cabo el primer trasplante renal exitoso en Madrid en 1969; aunque realmente el primer trasplante renal llevado a cabo en España lo practicó José Antonio Martínez-Piñeiro Caramés (1927-) el 24 de mayo de 1960, llevó a cabo el primer trasplante en el Hospital Provincial de Madrid. Se trataba de un paciente monorreno con insuficiencia renal progresiva por tuberculosis renal, con un hermano gemelo homocigótico. El paciente falleció durante el postoperatorio.
José Antonio Martínez-Piñeiro solicitó una excedencia en el Hospital Provincial para dirigir el servicio de urología del Hospital La Paz, nuevo centro emblemático que se inauguró en 1964 (Figura 24). Ese mismo año se creó también la Clínica Puerta de Hierro, como Centro Nacional de Investigaciones Médico-Quirúrgicas, con la intención de constituir un centro piloto para la introducción de nuevas ideas de organización y funcionamiento, dentro de la asistencia hospitalaria de la Seguridad Social. Ya hemos comentado que en 1968 se inauguró también el Hospital Francisco Franco. El Hospital 12 de octubre, inicialmente bautizado como Ciudad Sanitaria 1º de Octubre, se inauguró en 1973. En 1977 lo hizo el Hospital Ramón y Cajal.
LAS PRINCIPALES FIGURAS MADRILEÑAS, AÑOS 70-90
Carlos Younger de la Peña (1920-1996) fue uno de los urólogos madrileños más representativos en su época. Su formación profesional estuvo vinculada al Servicio de Urología del Hospital de la Princesa de Pedro Cifuentes Díaz y posteriormente de Luis Cifuentes Delatte. Completó además sus estudios en Lyon, Montpellier y París. Ejerció en su clínica de la calle Ferraz y en el Hospital Central de la Cruz Roja. Fue un excelente cirujano. En 1961 efectuó el segundo homotrasplante renal en España, aunque tampoco tuvo éxito. Se interesó preferentemente por la urología oncológica, pero también por la urología infantil, la urología ginecológica y la cirugía endoscópica.
Luis Cifuentes fue un gran científico y gran publicista. En 1961 publicó su obra cumbre “Cirugía Urológica Endoscópica: Fundamentos, indicaciones y técnica”. Ese mismo año reeditó “Cistitis y cistopatías”. Ambas obras incluyeron abundantes ilustraciones del artista Ladislao Tinao, dibujadas con pluma y lápiz o acuarela a partir de la visión endoscópica directa. En los años 70 se decantó profesionalmente por la Fundación Jiménez Díaz, y pidió la excedencia en el Hospital de la Beneficencia General del Estado de Diego de León (Figura 25). Su sucesor para dirigir el servicio de urología de ese centro fue Andrés Sánchez Salvador (1922-2006). En 1975 la Seguridad Social se hizo cargo de la gestión del centro, que fue remodelado y recuperó su nombre de «La Princesa».
José Antonio Martínez-Piñeiro (1927), natural de La Coruña, residió desde su juventud en Madrid. Se graduó con premio extraordinario en 1950. Tuvo su primer contacto con la cirugía urológica en Londres y se especializó en el Hospital Provincial, donde fue jefe clínico en 1960. Dirigió el servicio de urología de la Ciudad Sanitaria La Paz desde 1966 hasta 1997. Fue también profesor titular de urología de la Universidad Autónoma de Madrid y posiblemente el cirujano urológico de mayor prestigio en Madrid, pionero en muy diferentes técnicas de cirugía oncológica y reconstructivas, y en el uso de la BCG en el tratamiento del cáncer de vejiga. Fundó el Club Urológico Español de Tratamiento Oncológico (CUETO). Fue también presidente de la AEU (1978-1982). Ha formado gran número de especialistas y muchos de sus discípulos, incluido su hijo Luis Martínez-Piñeiro Lorenzo (1961-), han dirigido servicios de urología por todo el país. Su discípulo Enrique Pérez-Castro Ellendt (1950-), hijo de Enrique Pérez Castro, desarrolló la ureteroscopia rígida en los años 80 y fue pionero en el empleo de la litotricia por ondas de choque en Madrid.
El madrileño José Luis Insausti Cordón (1917-1989) estudió medicina en Madrid y se formó en urología en la escuela de especialización dirigida por Julio Picatoste en Santander (Figura 26). Desarrolló su carrera profesional en el Hospital Central de la Cruz Roja San José y Santa Adela de Madrid, donde fue jefe de servicio en 1970 tras la jubilación de Joaquín Páez Ríos (1899-1973). Fue presidente de la AEU hasta su fallecimiento repentino (1986-1989). Actualizó el reglamento de la asociación y dinamizó el contenido científico de sus congresos. Fue autor de la monografía histórica “Compendio Histórico de la Urología Española y de su Asociación”, que sirvió en 1982 como ponencia en el IV Congreso Iberoamericano de Urología celebrado en Acapulco (México).
El también madrileño Luis Resel Estévez (1938-2005) fue también presidente de la AEU (1993-1997). Se formó en el Hospital Clínico San Carlos y colaboró como profesor adjunto de urología en la cátedra con Alfonso de la Peña y con su padre Luis Resel Maceira. Sucedió a José Luis Insausti en la jefatura del Hospital Central de la Cruz Roja de Madrid tras el fallecimiento de éste, y posteriormente ganó la cátedra y jefatura en el Hospital Clínico de Madrid. Las dimensiones de la AEU y las necesidades científicas de sus asociados fueron en aumento. Por ello, en beneficio de las reuniones de los grupos de trabajo de la AEU renunció en 1973 a las sesiones científicas trimestrales de la asociación que venían celebrándose durante décadas en el anfiteatro de San Carlos (Figura 27). Esta arriesgada y acertada decisión permitió un mayor desarrollo de todos los grupos de trabajo y, por ende, el engrandecimiento profesional de la propia AEU. Creó también las Oficinas de Informática, Ética, Historia y Educación como apoyo logístico a la AEU. Falleció tempranamente a causa de una enfermedad degenerativa.
Óscar Leiva Galvis (1939-2008) fue también presidente de la AEU (2001-2005). Natural de Colombia, se formó con Alfonso de la Peña en el Hospital Clínico San Carlos, para luego desarrollar su vida profesional en el Hospital 12 de Octubre. Fue profesor titular en la Universidad Complutense y participó muy activamente en la Comisión Nacional de la Especialidad para mejorar la formación de médicos residentes (Figura 28). Excelente cirujano, trabajó en el campo de trasplante renal y en la reconstrucción del tracto urinario tras la cistectomía. Preocupado también por la gestión hospitalaria. Estableció la actual estructura de los congresos nacionales, según las tendencias científicas de la época y con la intención de mejorar la formación de especialistas, uno de sus principales cometidos. Falleció a consecuencia de un cáncer de próstata metastásico. Óscar Leiva y también Luis Resel fueron los principales motores que facilitaron el nacimiento de la Sociedad Urológica Madrileña (SUM) para dar respuesta a las necesidades derivadas del complejo escenario socio-político del estado de las autonomías; así como para fomentar y proteger la especialidad de Urología en la Comunidad Autónoma de Madrid.
BIBLIOGRAFÍA:
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Angulo Cuesta, J.; Pérez Albacete, M.; Otero Tejero, I. Historia Gráfica de la Urología Española. Asociación Española de Urología, Método Gráfico, Madrid (en prensa).
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Pérez Albacete, M. Diccionario Histórico de Urólogos Españoles. Oficina de Historia. Asociación Española de Urología. Método Gráfico, Madrid 2015.
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Maganto Pavón, E. «La Urología Española durante el siglo XIX y principios del XX», en Maganto Pavón, E. (coord.), Historia Biográfica y Bibliográfica de la Urología Española. Edicomplet, Madrid 2000, pp. 183-252.
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Castiñeiras, J.; Maganto Pavón, E.; Otero Tejero, I.; Pérez Albacete, M., y Villavicencio Mavrich, H. 100 Años. Asociación Española de Urología. Momento Médico, Salerno 2011.
LEYENDA A LAS FIGURAS
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Figura 1: El Alcázar Real de Madrid en época de Carlos I.
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Figura 2: Relieve del perfil de Francisco Díaz, cirujano del rey Felipe II, en el patio del Real Colegio de Cirugía de San Carlos en Madrid.
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Figura 3: “Instrumento cisorio de nuestra invención” de Francisco Díaz para llevar a cabo la uretrotomía, “Tratado nuevamente impreso de las enfermedades de riñones, vejiga y carnosidades de la verga y uretra”, 1588.
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Figura 4: Hospital General y de la Pasión, según la maqueta de Gil de Palacio de 1830, Museo Histórico de Madrid.
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Figura 5: Lámina y leyenda de figuras sobre las vías urinarias y órganos de la generación en el hombre, “Anatomía Galénico-Moderna” de Manuel de Porras, 1716.
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Figura 6: Ilustración del Amphitheatrum Matritense en la portada de la obra “Anatomía completa del hombre” de Martín Martínez, 1728.
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Figura 7: Portada de la obra de Juan Naval “Tratado médico-quirúrgico de las enfermedades de la orina”, 1799.
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Figura 8: Doctor Federico Rubio y Galí, 1869.
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Figura 9: Instituto de Terapéutica Operatoria en la finca de Moncloa, 1915.
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Figura 10: Una cirugía en el quirófano del Instituto de Terapéutica Operatoria, 1915.
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Figura 11: Doctor Enrique Suender Rodríguez.
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Figura 12: Doctor Luis González-Bravo y Serrano.
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Figura 13: II Congreso Hispano-Portugués de Urología, celebrado en Madrid 1928.
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Figura 14: Leonardo de la Peña Díaz.
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Figura 15: Pedro Cifuentes Díaz.
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Figura 16: Isidro Sánchez-Covisa Sánchez-Covisa.
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Figura 17: Sala de hombres del Hospital Provincial de Madrid.
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Figura 18: Ángel Pulido Martín.
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Figura 19: Hospital Provincial en Atocha, 1960.
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Figura 20: Enrique Pérez Castro.
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Figura 21: Hospital Provincial de Madrid en C/Doctor Esquerdo.
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Figura 22: Hospital Clínico San Carlos en Moncloa-Aravaca.
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Figura 23: Instituto de Investigaciones Médicas y Clínicas.
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Figura 24: Ciudad Sanitaria La Paz.
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Figura 25: Luis Cifuentes Delatte y José Antonio Martínez-Piñeiro Caramés.
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Figura 26: José Luis Insausti Cordón.
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Figura 27. Sesión Científica Trimestral AEU en el Anfiteatro de San Carlos en 1973.
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Figura 28: Sala de Presidentes AEU, retratos de Oscar Leiva Galvis, Luis Resel Estevez y otros.